Cada año, hasta un 40% de las posibles cosechas a escala mundial se pierden por factores dañinos, entre ellos las malas hierbas. Unos 30 000 tipos diferentes de malas hierbas compiten con los cultivos por el espacio, el agua, los nutrientes y la luz solar.

Un agricultor que no aplique un herbicida de amplio espectro puede sufrir pérdidas de cosecha de hasta un 22% debido a la dificultad para controlar las malas hierbas.

Los herbicidas a base de glifosato permiten las prácticas agrícolas de siembra directa y laboreo reducida, que a su vez contribuyen a una menor erosión del suelo y a una reducción de las emisiones de carbono. A modo de ejemplo, solo en 2014, la reducción de las emisiones de carbono fue equivalente a retirar casi 2 millones de coches de la carretera.